FUENTE:RT
El escenario de una confrontación electoral entre ambos líderes puede revivir la política brasileña, solo que para ello, el actual presidente debe sobrevivir al ‘impeachment’ que sobrevuela la cabeza de sus propios aliados.
Dos acontecimientos han movido la escena institucional brasileña en los últimos días.
El primero ocurrió el pasado 8 de marzo, cuando el juez del Supremo Tribunal Federal Edson Fachin canceló los cuatro procesos judiciales que tenía abiertos el expresidente Lula da Silva, lo que le permite lanzarse como candidato presidencial en octubre de 2022.
¿Qué hizo que el poder judicial cambiará de repente el trato hacia el expresidente, que pasó de estar inhabilitado a poder aspirar de nuevo a la Presidencia?
El otro acontecimiento parece de otro orden, pero podría tener vinculación y, además, devela la dimensión de la crisis brasileña.
A finales de marzo renunciaron los tres comandantes de la Fuerza Armada brasileña (Aviación, Ejército y Marina), lo que generó algunos rumores. El hecho ocurrió un día después de la sustitución del ministro de Defensa, Fernando Azevedo, por el general Walter Braga Netto, quien viene de ocupar el Ministerio de la Presidencia y es la cabeza visible del ala militar a lo interno del gobierno de Bolsonaro. Muchos vieron estas renuncias como un acto de protesta.
El comandante del Ejército que renunció ese día, el general Edson Pujol, ya había mostrado algunos signos de desavenencia con el presidente debido a la forma en que este ha agenciado el problema de la pandemia. En un acto público se negó a saludar con la mano al primer magistrado, enseñando el codo como manera de protección frente al covid-19. También fue reprendido por el presidente cuando defendió la autonomía de las fuerzas armadas frente a la política.
Es evidente que en la medida que la pandemia se dispara, el ambiente político se recalienta. Durante el mes de marzo, Brasil ha registrado una media de 3.000 muertes diarias, llegando a superar las 4.000 el pasado martes.
La incógnita que queda al respecto es si ese malestar que se ha visto en la cúpula militar también se expresa en el resto del cuerpo uniformado, tomando en cuenta que una gran cantidad de militares ha empezado a ocupar cargos a todo nivel en el actual gobierno.
Ambos acontecimientos mencionados dan cuenta que hay un situación de pugna a lo interno de la institucionalidad. El propio ‘establishment’ brasileño da señales de querer un cambio en la situación y ha comenzado a mover fichas.
El Alto Tribunal parece querer permitir que Lula sea quien enfrente a Bolsonaro en las presidenciales de 2022 y la renuncia de los comandantes es un guiño que parece indicar que no se prestarán para otro tipo de salidas extralegales. Recordemos que Bolsonaro es un trumpista confeso que, de la misma forma que Trump, podría desconocer un resultado electoral, lo que convertiría a Brasil en un polvorín.
El escenario de una campaña el año que viene entre Bolsonaro y Lula se asemeja a una batalla final entre los dos colosos de la política brasileña, aunque más bien son dos grandes corrientes fuertes que presentan una disputa histórica.
Sin embargo, ambos tienen puntos débiles que van a salir, o bien en una campaña o bien en un proceso de ‘impeachment’ que pueda sufrir Bolsonaro y una hipotética sustitución presidencial.
Bolsonaro a la baja
Sería ingenuo desconocer el poder electoral y el apoyo institucional que ha tenido Bolsonaro. Pero es obvio que viene perdiendo alianzas y terreno en diversos planos.
Cuando en 2018 sacó el 55 % del electorado en la segunda vuelta, donde venció a Fernando Haddad, de la formación política de Lula (Partido de los Trabajadores), el candidato era un ‘outsider’ de ultraderecha que irrumpió como vengador en un momento en el que la política brasileña se veía impregnada por la corrupción.
Tres años después no parece haber cambiado mucho este panorama.
Sus hijos están salpicados por escándalos de corrupción, uno de los cuales tiene abierta investigación en el Tribunal Supremo. El juez Sergio Moro, que se pretendió erigir como el paladín de la anticorrupción encarcelando a Lula, hoy está fuera del gobierno y enemistado con el presidente, mientras termina de develarse la politización que hicieron del juicio de Lula, que le impidió disputar las presidenciales en 2018.
Ya la figura de Bolsonaro está desligada a la del hombre honesto que vino a confrontar la corrupción a sangre y fuego.
Pero, además, su imagen como hombre fuerte, militar, que pondría “orden y progreso” en Brasil, se ha debilitado debido a la crisis interna que demuestra el gobierno, sobre todo con relación al tema de la pandemia y la gestión sanitaria. Más allá del colapso manifiesto, el gobierno ha cambiado a cuatro ministros de salud en pocos meses.
El reproche hacia Bolsonaro viene de la misma derecha y el ‘establishment’ brasileño porque su gestión ha sido caótica, pugnaz y no ha ayudado a Brasil, ni siquiera a sus elites, a generar estabilidad
También se producen opiniones sobre un probable choque entre dos proyectos económicos contradictorios internos al gobierno. El primero, el del ministro de economía Paulo Guedes, un liberal de la escuela de Chicago, quien ha sido el promotor del proyecto económico liberal de Bolsonaro. El segundo, el del actual ministro de Defensa y exministro de la Secretaría, que está impulsando un proyecto económico apalancado en los recursos del Estado.
Básicamente el reproche hacia Bolsonaro no viene desde la izquierda porque haya ‘violado derechos humanos’ o porque haya aplicado un ‘plan neoliberal radical’. El reproche viene de la misma derecha y el ‘establishment’ brasileño porque su gestión ha sido caótica, pugnaz y no ha ayudado a Brasil, ni siquiera a sus elites, a generar estabilidad.
Incluso sectores empresariales, militares y mediáticos que le apoyaron, hoy se le enfrentan y consideran la necesidad de salir de él, ‘aunque vuelva Lula’.
Lula vuelve al ruedo político
Por varias razones Lula no es el mismo que ganó en 2003 las presidenciales y gobernó el país hasta 2010.
Primero porque ya ha sentido el efecto de la cárcel y la injuria, estando preso de abril de 2018 a noviembre de 2019, pero sobre todo debido a la resaca del caso Lava Jato. Es posible que la imagen de Lula siga firme, pero después de este caso se aceleró un proceso de despolitización y de desencanto en la izquierda brasileña, especialmente hacia el Partido de los Trabajadores (PT).
Algo que se vio no solo en las presidenciales de 2018, cuando el candidato del PT perdió por 11 puntos con Bolsonaro, sino también en las recientes elecciones municipales, en las que tanto el presidente como el PT resultaron perdedores frente a fuerzas regionales y nuevas propuestas de izquierda.
Además, Lula sabe que no es el mismo momento de cuando le tocó gobernar en la década antepasada. Las fuerzas conservadoras y el famoso ‘centrao’ conservan mucho poder y van a obstaculizar cualquier transformación profunda. No tiene tiempo para planes largos o utópicos.
Así las cosas, el escenario de una confrontación electoral entre ambos líderes puede revivir la política brasileña, solo que para ello, el actual presidente debe sobrevivir al ‘impeachment’ que sobrevuela la cabeza de sus propios aliados.
Por lo pronto, todos deben sobrevivir al coronavirus y a la nueva y peligrosa variante brasileña.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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