Por Germán Silva
Quien aconsejó al Presidente Piñera, sabía perfectamente que Melero era más un problema que una solución para poder tramitar el proyecto clave con que el Mandatario quiere marcar la última etapa de su Gobierno. Sabía también que la iniciativa del tercer retiro estaba ya definida y que un grupo importante de parlamentarios de Chile Vamos –incluidos varios UDI– no cambiarían su decisión. Sabía, además, que RN venía con una fuerte desafección y que cualquier golpe podría resultar terminal para su relación con La Moneda. Sabía que, al elegirlo, solo ganaba el gremialismo.
Esto se está convirtiendo en algo patológico. El Gobierno pareciera estar buscando autodañarse. Primero, logró borrar con el codo el exitoso proceso de vacunación, creando una falsa sensación de seguridad, junto con flexibilizar las medidas, lo que trajo de vuelta lo peor de la pandemia y puso a Chile como ejemplo mundial de lo que no se debía hacer en esta etapa. Atinó en el último minuto para cambiar las elecciones cuando ya estaban encima, logrando alinear a la oposición. Y ahora, el Presidente designó a Patricio Melero, un duro entre los duros en temas laborales, y quien de seguro tendrá una derrota –por el tercer retiro– a las dos semanas de asumir. Pero lo más grave es que Melero generó un quiebre entre La Moneda y RN, el partido mayoritario de Chile Vamos.
Es un misterio quiénes y cómo están tomando las decisiones en el Gobierno; sin embargo, todo parece indicar que el Mandatario está cada día más solo y escuchando a menos gente. Bueno, salvo a Cristián Larroulet (UDI), que sigue siendo su principal consejero, porque, de lo contrario, no se podría explicar una sugerencia tan poco inteligente como proponer a Melero como ministro del Trabajo y Previsión Social.
Y, por supuesto, también podremos ver en el corto plazo si Melero es capaz de vencer a sus propios fantasmas –y su pasado– y proyectar una disposición distinta a la que tuvo en el Parlamento en materia laboral y, así, bajar las resistencias de una oposición a la que el apellido Zaldívar no le incomodaba tanto. Por supuesto, las personas tienen siempre la posibilidad de cambiar, aunque eso signifique abandonar algunos dogmas que los han acompañado por treinta años, incluso el de que la gente no puede retirar otro 10% de su propio bolsillo para sobrevivir a esta pandemia infinita.
El exdiputado UDI despierta muchas resistencias en la oposición, tiene un pasado ligado al pinochetismo y como parlamentario fue contrario a todos los cambios que experimentaba la sociedad, pero particularmente en materia laboral: se opuso a los dos retiros del 10%, al proyecto de reducir la jornada a 40 horas y al posnatal de emergencia. Y, por supuesto, rechazó la limitación a la reelección, luego de llevar tres décadas como parlamentario.
Quien aconsejó a Piñera, sabía perfectamente que Melero era más un problema que una solución para poder tramitar el proyecto clave con que el Mandatario quiere marcar la última etapa de su Gobierno. Sabía también que la iniciativa del tercer retiro estaba ya definida y que un grupo importante de parlamentarios de Chile Vamos –incluidos varios UDI– no cambiarían su decisión. Sabía, además, que RN venía con una fuerte desafección y que cualquier golpe podría resultar terminal para su relación con La Moneda.
El nombramiento solo beneficiaba a la UDI. Premiaba a un histórico del ala dura con un cargo en el Ejecutivo –no podía repostular– y le daba la opción de meter por la ventana al hijo de Labbé, para que empezara a hacer campaña en ese distrito como “diputado designado” y así mantener el cupo.
Como era de esperar, la llegada de Melero se convirtió en polémica desde el primer momento. Sorpresa y molestia de sus socios de RN y Evópoli. Las redes sociales le comenzaron a recordar su historia y pasado pinochetista, incluyendo información que lo ligaría a delaciones de estudiantes a la CNI. La oposición le cerró las puertas de entrada y, por supuesto, el propio ministro se encargó de poner sobre la mesa que uno de sus primeros objetivos sería desactivar el tercer retiro del 10%, un tema que la ciudadanía –y gran parte del Congreso– tiene asumido como una realidad, considerando que un porcentaje muy grande de la población está desprotegida en la crisis pandémica.
Ese mismo día, RN solicitaba a La Moneda que el Ejecutivo patrocinara el proyecto y evitara llevarlo al TC. Si el Gobierno planificó autoinfligirse una herida profunda, lo logró con creces.
A estas alturas, el Gobierno parece estar haciendo agua por todos lados. Le quedan once largos meses y, a la grave crisis sanitaria –que no sabemos cuándo podrá controlarse realmente–, le seguirán las secuelas económicas que se extenderán por más tiempo del que el propio Gobierno había estimado.
Por los pasillos de La Moneda deben estar rondado los fantasmas de un 18 de octubre segunda parte, lo que podría ser fatal para rematar este complejo período de Piñera, sin contar lo que ocurra con la Convención Constitucional, la que cada vez está generando más dudas acerca de la legitimidad de sus integrantes, luego que quedara al descubierto el desmedro con que enfrentarán la elección del 15 y 16 de mayo –ojalá se pueda realizar en esa fecha– los independientes, el alto número de “los rostros de siempre”, que integrarán los 155 electos(as), y la paradoja de que la derecha pueda tener la lista más votada, pese a que estuvieron en el 22% que votó Rechazo.
Y, por supuesto, también podremos ver en el corto plazo si Melero es capaz de vencer a sus propios fantasmas –y su pasado– y proyectar una disposición distinta a la que tuvo en el Parlamento en materia laboral y, así, bajar las resistencias de una oposición a la que el apellido Zaldívar no le incomodaba tanto. Por supuesto, las personas tienen siempre la posibilidad de cambiar, aunque eso signifique abandonar algunos dogmas que los han acompañado por treinta años, incluso el de que la gente no puede retirar otro 10% de su propio bolsillo para sobrevivir a esta pandemia infinita.
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