¿ 2021 será el año que renuncia Piñera?
Enero 2021, por FML.
Después del estallido social en octubre de 2019, en Chile se hizo visible el poder de las nuevas generaciones para alzar la voz y exigir cambios estructurales en un país donde la desigualdad social se ha profundizado desde los años 90, con una clase política sin conducción que no ha tenido el coraje de cambiar el sistema neoliberal impuesto por la dictadura de Pinochet.
El 2020 quedará grabado en la memoria como un año de profundas crisis e importantes eventos, como el año de la pandemia que develó la incapacidad del gobierno para reaccionar y como el año en que el pueblo, a pesar del temor, el cansancio y la desinformación, salió a votar el 25 de octubre dando paliza a la vieja política, abriendo una puerta al recambio necesario para darle a Chile una nueva Constitución.
Los partidos políticos tradicionales se encontraron con gente que no está dispuesta a tranzar con ellos para que sigan perpetuándose en el poder. Muchos de ellos cayeron en el total desprestigio siendo encarados en las calles y masacrados en la redes sociales, el caso de Pepe Auth y Gabriel Boric son sólo algunos ejemplos. El descrédito de clase política es inadmisible y ellos no se dan por aludidos. Hemos sido testigos de la renuncia al senado de un Felipe Harboe que quiere ser constituyente, o la Democracia Cristiana proclamando a Soledad Alvear para esa instancia, eso no es entender NADA. Sin querer comentar el show de Desbordes y Sichel, seguramente el tema de la Constituyente y los desesperados intentos de algunos políticos por no abandonar sus posiciones de poder dan para una nueva reflexión.
Por otro lado, la pandemia nos tuvo confinados durante largos meses, donde nos dimos cuenta de las medidas a medias y tardías tomadas por las autoridades, alcanzando Sebastián Piñera el triste logro de ser el presidente más impopular de la historia de Chile, intentando con medidas populistas y cambios de gabinetes subir en las encuestas, pero la salida de Chadwick, Blumel y Cubillos, entre otros, no impidió que el hambre, la falta de ayuda y el descontento social acallaran la rabia de todo un país.
La derrota política de la derecha ha sido contundente con el plebiscito por la Reforma Constitucional, donde ha quedado demostrado que Chile no es un país de centro y menos de derecha.
Otra gran victoria que han intentado esconder y que ha socavado desde sus cimientos al modelo neoliberal ha sido el retiro del 10% de las AFPs, por primera vez los ciudadanos pudieron acceder a sus ahorros en un período de crisis, frente a la indiferencia del gobierno y a las amenazas de un país que se incendiaría frente a este golpe al sistema. Nada de eso sucedió, las personas lograron – con sus propios recursos – enfrentar las pérdidas de trabajo, la falta de dinero y la incerteza a través de dos reformas constitucionales, la segunda en una medida desesperada lleva la firma de Piñera quien no pudiendo evitar un segundo retiro se apropió del proyecto.
En materia judicial muchos uniformados pasearon por tribunales, otros están detenidos por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el estallido social y otros tantos, demasiados, siguen reprimiendo en las calles de las principales ciudades de Chile. Muchos uniformados, principalmente de Carabineros, decidieron dejar la institución, dando un paso al costado para no acatar las órdenes de sus superiores. Sólo un informe de la policía de febrero de 2020, reveló que desde la revuelta social hasta esa fecha habían renunciado 650 uniformados, después de eso no se han pronunciado al respecto. En la institución admitieron que algunas salidas se debieron a los “inusitados niveles de violencia”.
Hay más de 2500 presos y presas políticos de la revuelta social de octubre de 2019, con procesos inconclusos. Más de 600 aun permanecen detenidos en distintos centros de reclusión a lo largo del país, sin solución a sus casos con procesos indebidos. Por esto mismo la salida de ellos hacia la libertad es política y no judicial.
En las últimas semanas y coincidiendo con las fiestas de fin de año, lamentablemente hemos visto un aumento constante de los casos de Covid, medidas sanitarias contradictorias, poco realistas y que en la mayor parte de los casos tienen altos costos para los más pobres y vulnerables.
La desobediencia a la autoridad, es la respuesta al gobierno que cierra pequeños negocios mientras los grandes centros comerciales se llenaban de personas sin distanciamiento físico, la televisión haciendo llamados al consumo, fiesta clandestinas, playas llenas y la esposa del presidente, Cecilia Morel, viaja a Miami mientras millones de personas tienen que soportar el encierro en 20 m2.
Tenemos un Presidente desgastado, impopular, denunciado dos veces por no respetar sus propias medias sanitarias de uso de la mascarilla. Bien vale la pena preguntarnos ¿cuánto le queda a este gobierno? ¿El 2021 es el año en que dará un paso al costado Sebastián Piñera? ¿Qué opinan ustedes?
Me pregunto ¿qué falta para que se vaya Piñera?, ¿porqué no renuncia? Qué mas debe ocurrir a parte del desempleo, de las violaciones a los derechos humanos, el mal manejo político de la pandemia, la puerta giratoria de sus ministros en el gabinete, la tardía ayuda a la comunidad en medio de la Covid 19, el descontrol de las fuerzas armadas, su bajo posicionamiento en las encuestas de opinión y la división en su coalición de gobierno. ¿Qué lo amarra aun al poder? ¿quién no lo deja renunciar? Son respuestas que nos traerá el naciente 2021.
Tal vez deberíamos mirar a nuestros vecinos, Perú encarceló a un ex presidente de la República y destituyó a otro por corrupción, lo mismo ha hecho con diputados y otros políticos. En Chile la clase política se ha protegido con clases de ética y multas que son rebajadas por el SII. Tenemos mucho que reflexionar y mucho por cambiar. Por ahora les deseamos un Feliz año nuevo y próspera rebelión para nuestros seguidores.
Un triste record para Latinoamérica
Diciembre 2020.
Una sensación de optimismo parece recorrer el mundo, a pesar de la gravedad de la pandemia de la Covid-19, las noticias diarias sobre las vacunas, su efectividad y los planes para su aplicación – que ya ha comenzado en algunos países europeos – dan una esperanza contra el virus, que en países como Japón y Corea del Sur ya enfrentan la “tercera ola”. Una sensación de triunfo frágil para los países más pobres del planeta, que sin la presión de las organizaciones internacionales se verán relegados a un segundo plano en el objetivo de inmunizar a la población. Según datos de la Alianza de una Vacuna para el Pueblo, casi 70 Estados pobres sólo podrán vacunar a 1 de cada 10 personas a fines de 2021 y los países ricos, con el 14% de la población mundial, han comprado el 53% de las dosis de vacunas que estarán disponibles.
Se ha dicho que esta epidemia no distingue entre pobres y ricos, sin embargo, es claro quién pagará el costo de un sistema que por años ha profundizado la pobreza y la desigualdad: los pobres de las grandes ciudades, los inmigrantes obligados a vivir en hacinamiento y los pueblos originarios, invisibles para gobiernos que favorecen la explotación de los recursos en sus territorios a favor de grandes capitales locales e internacionales.
La pobreza, la falta de agua, la existencia de enfermedades previas, la falta de servicios y profesionales médicos, junto a la extracción de recursos naturales, deforestación de los territorios y el escaso apoyo que reciben, hacen que los pueblos indígenas sean aún más vulnerables a la epidemia, arriesgando en algunos casos, el exterminio de enteras comunidades. La necesidad de que el acceso a las vacunas sea garantizado por los Estados es imprescindible, el derecho a la salud no puede ser un negocio.
América Latina tiene el triste récord de ser el continente con mayor cantidad de muertos por Covid-19 en el mundo, y las esperanzas están puestas en las grandes farmacéuticas y en las improvisadas medidas que toman los gobiernos de turno, confundiendo y dejando en manos de unos pocos la vida de muchos. No hemos visto medidas focalizadas hacia los pueblos originarios, no hemos aprovechado sus conocimientos ancestrales, es más en muchos países no son parte de las mesas de trabajo que deciden las políticas y programas de salud, aplicndo las mismas medidas que se utilizan en la ciudad, sin cosiderar la diveridad cultural y territorial existentes.
Desde la cooperación y solidaridad internacional lo hemos declarado siempre: el trabajo con los pueblos originarios debe nacer desde el reconocimiento y respeto de sus especificidades, de su sabiduría ancestral, de sus lenguas y tradiciones. La lucha contra esta pandemia no puede ser impuesta desde el Estado central, debe reconocer y valorar la diversidad, respetar sus tradiciones y su relación con el medio ambiente, debe considerar las dificultades de acceso a los territorios, la falta de servicios básicos y destinar ahora los recursos necesarios para su sobrevivencia.
De lo contrario estamos arriesgando a los distintos pueblos originarios que habitan en América Latina, a caer indefensos en manos del Covid 19, con las consecuencias que todos conocemos, y que serán irreparables, como la desapareción de muchas comunidades.
No podemos dejar en manos de unos pocos el destino de los que por siglos hemos postergado.